Una misión de luz para curar la Tierra
El discipulado en el linaje de Padma Sambhava a Sanat Kumara
¡Oh corazones gentiles, corazones compasivos, corazones fuertes, corazones llenos esperando ser vaciados, corazones elevados, os canto la canción de los Santos Kumaras!
Canto la canción de Venus, nuestro hogar.
Y canto la canción de aquellos seres magistrales que vienen a la Tierra en esta hora buscando a los portadores de luz a través de los cuales puedan encarnar; así pues, permanecen al lado de los portadores de luz, sus futuros padres, hasta que tenga lugar su descenso a la forma.
Os hablo, entonces, de los patrocinadores de luz y os recuerdo el día y la hora en que vosotros, los 144, 000 portadores de luz ahora esparcidos por toda la Tierra, se reunieron, hicieron el viaje de Venus a la Tierra, sin saber cuándo podríais regresar a vuestra estrella de origen.
Y como podréis ver, amados, aún no habéis regresado al punto de vuestra partida.
El punto donde os embarcasteis en una misión de luz, de luz para la Tierra.
Y entonces vinisteis conmigo y todavía estamos aquí. Debatamos ese hecho, amados, que todavía estamos aquí.
Podría decirse que es posible que deseéis estar en otro lugar, pero solo por un momento, un breve tiempo de vez en cuando, cuando no podéis deshacer los nudos del karma y la crisis está claramente delante de vosotros.
Pero luego miráis hacia arriba, y recordáis la estrella vespertina.
Tomad una caminata por la noche y observad el brillo de la gloria del aura de esa estrella hogar.
Y sabed que esa estrella será vuestro destino cuando hayáis ganado todas vuestras victorias, cuando el amor así como la creatividad en todas sus formas estarán en buenas manos y muchos se habrán convertido en la misma presencia de vuestra Luz.
Deseo incrementar la luz.
Deseo felicitar a aquellos que se han mantenido firmes incluso a pesar de sus errores, incluso a través de sus faltas y cálculos erróneos.
Los mejores planes de ratones y hombres, sí, suelen salir mal. Pero, de nuevo, podéis regresar a la escena de vuestras malas acciones y corregirlas.
Porque tenéis vida, tenéis esperanza, tenéis fe y, sobre todo, tenéis la caridad de Cristo.
Por lo tanto, venid a mí ahora, porque es una hora para el discipulado.
Sois convocados en amor, convocados en la llama de la paz, convocados una y otra vez a la memoria antigua, exhortados a la aceleración de vuestras mentes.
Estoy aquí con un propósito: reunir a aquellos de vosotros que tienen la sensación de haber tenido un pasado casi indefinido en la Tierra y que ahora tienen el profundo deseo de saturar la Tierra, y cada huella de los pasos que habéis dado sobre ella, con la llama violeta y entrar en un curso de entrenamiento bajo la dirección de vuestro hermano Venusiano, el Señor Jesucristo.
Y confío en que no ofenderé a aquellos que están apegados al Señor Cristo y, por lo tanto, no lo asociarían con una doctrina como la que yo tengo de las huestes de la luz de Venus.
Sin embargo, debo decir la verdad para aquellos que la oirán.
Y aquellos que al principio la rechazan, pueden algún día en esta vida o en otra, llegar a esa resolución de entendimiento de que la vida sigue su curso, la vida es real, la vida es la realidad cósmica del ser que es el Atmán dentro de cada uno.
¡Oh, siento la paz de Dios en vuestro interior!
Lo siento en esta conferencia ya que no la he visto en la Tierra durante muchas décadas. ¿Y por qué esto es así?
Es la bendición del Espíritu Santo.
Es la bendición de los ángeles.
Y es por la bendición de tener entre vosotros no solo a los maestros venusianos, sino también a los serafines de Dios y las legiones de Luz.
Porque de hecho hay justicia divina en este cosmos y esa justicia divina, amados, es la señal de la cruz.
Es la señal de Cristo transfigurado, crucificado, resucitado, transformado y ascendido justo donde os encontráis.
Hay paz en la confianza de que todos vosotros, tal vez reconociéndolo, tal vez no, suavemente, las alas de un ángel os envuelven y consuelan, os guían y os dicen una y otra vez:
“Nuestro Dios es digno. Sed, por lo tanto, dignos de Él. Nuestro Dios es digno. Él no os abandonará”.
Todo lo que pidáis en el nombre de Padma Sambhava, Jesucristo, Señor Maitreya, Manjushri, Gautama Buda, Sanat Kumara y los Santos Kumaras, se responderá de acuerdo con vuestra unidad con el Cristo viviente en vuestro interior, si sois justos en el amor, y la sumisión de todas vuestras peticiones a la voluntad de Dios.
Este es el regalo para los discípulos del Cristo viviente.
Vengo, entonces, en gloria y en fuego blanco.
Vengo para daros paz, para prepararos para las iniciaciones que vendrán, para vestiros con otra vestimenta que es el manto del discípulo o bodhisattva.
Vengo a daros esa paz y esa fuerza interior con la que os sentís seguros de vuestro Dios que está en, a través y alrededor vuestro: delante, detrás, a la derecha, a la izquierda, arriba, debajo y por toda la tierra.
Reconoced, entonces, esa presencia de paz, de fortaleza, la presencia que os da seguridad en vuestro Dios.
Puede que se os requiera, como lo recomendó Cristo, que le rindáis al César lo que es del César.
¿Pero qué con eso, amados corazones? También se os ha requerido que entreguéis a Dios las cosas que son de Dios.
Haced ambas cosas y encontraréis que César no podrá frustrar vuestros esfuerzos y Dios estará al mando.
Aseguraos, entonces, de que cada día equilibréis el karma de ayer y de antaño. Aseguraos de poder pasar la página cada noche.
Pues la página cuando amanece es una página blanca y limpia, y vuestras primeras escrituras sobre ella deben ser las indicaciones de los ángeles del amanecer que acompañan a vuestra alma de regreso al templo físico que usáis.
Fortaleza en el Señor
Confíanza en el Señor.
Equilibrio.
Equilibrio es lo que lográis con el recuerdo de década tras década y vida tras vida de caminar al servicio de Dios, de enfrentar todos los desafíos que David enfrentó, ya sea con Goliat o el Rey Saúl o este o aquel ejército de los Nefilín.
Sí, amados, el punto es que en todos los encuentros con los enemigos de vuestra alma, cuando habéis caminado en la presencia de vuestro Dios, ninguno ha sido capaz de desviaros de vuestro objetivo asignado.
Aunque lo han intentado, aunque han gritado, aunque han chillado, las fuerzas de la muerte y el infierno no han dejado ni una sola huella en vuestro brazo.
YO SOY Sanat Kumara.
¡La tierra está llena de la gloria de Dios, la gloria de Krishna, la gloria de las huestes del Señor!
Extracto tomado de vol. 36, no. 48 – Sanat Kumara portavoz de los Siete Santos Kumaras – 13 de octubre de 1993